Después de "otorgar" durante casi siete meses, es hora de escribir nuevamente. Regreso cargado de ideas. El problema es que cuando se tiene demasiado para escoger, la elección resulta complicada. Y para evitar el dilema, mejor uso, una idea de algún otro fulano.
El plagio que no fue
Sucedió un día cualquiera en que andaba a la caza de ideas. Ellas se paseaban escurridizas a doquier. Las había por montón: brillantes, ridículas, insulsas, cómicas y hasta pornográficas. Sabía que debía escoger una, solo una y podía ser cualquiera. Mi única exigencia en ese momento era que fuese virgen. Enseguida, por supuesto, me acordé de Gabriel García Márquez y sus putas tristes; pero como no era lo que buscaba, seguí haciendo un pequeño esfuerzo mental. Pensaba, pensaba... ¿Del todo a las partes? No, mejor coger las partes y llegar al todo. Una idea está formada por frases y ellas por palabras. Putas palabras, palabras embarazosas, silencio tonto, oídos sordos. Así desfilaban, desnudas, buscando abrigo en algún lugar de mi mente, que ya empezaba a pervertirse. Sabía que con unas cuantas podría formar alguna buena idea y quizá tendría el tema para un relato, o la frase inicial, o lo que fuera. Simplemente quería que fuese virgen.
¡Finalmente lo logré! O eso creí. Con alegría juvenil y un orgullo rayano en lo soberbio, estaba dispuesto a presentarla en sociedad. Imaginaba que era única. Se me antojó contundente, divertida y especialmente inmaculada. Pero su virginidad resultó ser todo un fraude. Una búsqueda de medio segundo desenmascaró a la vagabunda. "A palabras embarazosas oídos anticonceptivos". Treinta y dos mil setecientos la usaron primero.
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El plagio es inexcusable. A veces se nos pueden ocurrir ideas parecidas a las de otros y al azar podemos llegar a una frase idéntica a la que alguien había creado antes. Aunque vale la pena aclarar que las "ideas" no convertidas en productos no son patentables. Una frase es solo una frase y podría pasar desapercibida en una novela, pero hay casos como el de la literatura hiperbreve en que una frase constituye la obra completa. Sin embargo con las herramientas tecnológicas podemos investigar un poco, antes de publicar y evitar situaciones engorrosas. La propiedad intelectual debe ser respetada. Es preferible preguntarse "¿será que la oí o leí alguna vez?" Copiamos, pegamos y un segundo
después ya sabemos que la más probable respuesta puede ser sí. Nuestra memoria
es frágil. A veces nos llegan recuerdos disfrazados de ideas originales.
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