Estábamos casi listos para empezar a comer, aunque nos faltaba lo más necesario para hacerlo. Teníamos las manos limpias y bien contorneadas, los cubiertos descoloridos pero a escala con la pequeña mesa, las servilletas blancas y bien delineadas. Nuestra mudez nos prohibía sin embargo, pedir lo que por fin tú nos darías. Te aproximaste. Vestías una bata blanca y empuñabas una afilada navaja. La usaste para perfeccionar tus herramientas. Y por fin pasaste la más puntiaguda por la parte inferior, de su cara primero y de la mía después. Por cierto, qué bonita sonrisa nos dibujaste.
© 2010 Ciudadano Universal
Ciu, últimamente estoy considerando que lo más útil de mí, es mi silencio.
ResponderEliminarA todos nos sucede que de vez en cuando pensamos "hablo mejor cuando estoy callado(a)".
ResponderEliminarCiu, una vez superado el rato de mudez, te diré que el micro me encanta. Es inquietante imaginar esas estatuas sin boca, a la hora de comer, y la ironía de la sonrisa. Genial
ResponderEliminarGracias Inés, ahora lo entiendo por completo. Se ve que por deformación profesional asocié la bata a un me´dico o investigador loco que habçia creado unos seres. Es un escultor o pintor.
ResponderEliminarBesos
Magnífico, muchachas. Me alegro que el enigma esté descifrado. ¡Qué alivio!
ResponderEliminarSi no quieres dar más pistas las puedes dar en el título, cambia el título un poquito para que añada información y lo complemente.
ResponderEliminarArañita hiper
Lo cierto, es que Inés vio una escultura, Rosana no descartó la posibilidad de una pintura y Esther encontró un dibujo. Esto está bastante divertido. En mi mente había un dibujo. Por eso el título que escogí, el grafito era del lápiz, aunque al leer el texto admito que bien podría ser un pincel, o cincel, o lo que quien lea desee imaginar. Acá nadie se equivoca. La imaginación tiene la razón. Y en cualquier caso, detrás de la obra de arte había un(a) artista.
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