Aunque también los gigantes mueren, este gigante de Aracataca vive. Está en Macondo. Allí y en el recuerdo de todos sus seguidores vivirá por siempre, pisando fuerte, como ha venido haciéndolo desde que nos permitió rastrear perros de ojos azules e incluso azules de ojos perros y ojos de perros azules. Si existe en la imaginación existe en el mundo mágico Gabriel García Marquezino.
Gabo, sin lugar a dudas, ha estado dejando marcas en la literatura universal del siglo XX. Marcas que están siendo seguidas en el XXI por una muchedumbre que habla docenas de idiomas. Los tambores siguen tocando al ritmo que baila Gabriel García Márquez. Algunos los tocan con las manos, otros con los pies, algunos con la frente, una mujer los golpea con una trenza enorme que le llega hasta los pies, aquella niña los hace resonar con el toque sutil de sus lágrimas, alguien cuenta su propia historia dejando que las semillas de distintos frutos caigan sobre ellos y luego reboten a donde les corresponde germinar. Ya son muchos los que comienzan a desgranar esos frutos para obtener una porción de la riqueza cultural que Gabo sigue entregando en Colombia, en México, en Cuba, en España, en Rusia, en Japón, en Irán, o en cualquier otro lugar con putas tristes o contentas. Con todo al derecho o al revés. Igual se lo lee de izquierda a derecha que de izquierda a derecha. Macondo seguirá viendo llover a Isabel y Soledad seguirá celebrando sus 100 años. No hay razón para ruborizarse en la literatura. No en la de Gabo, no en la de cualquier otro lugar en que haya alguien que sepa leer. En buena o en mala hora Gabriel García Márquez es un auténtico ciudadano universal.
Un saludo sincero a todos sus seguidores. Y a los no tan seguidores también.
© 2014 Ciudadano Universal
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